Acudir a una entrevista laboral no es plato de gusto. Sentirse evaluado resulta desagradable, los nervios estimulan la sudoración, atacan al estómago y, por si fuera poco, te asaltan las dudas: ¿estaré a la altura? ¿conseguiré el puesto? ¿Realmente sirvo para esto? Dudas que se multiplican a posteriori si no resultas seleccionado. Hace algunos años, no demasiados, si tenías suerte, bastaba…
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